En efecto, la ética que se desprende de la Responsabilidad Social, por las características que hemos visto, conduce a poner en la agenda de la organización nuevos temas como son:
- La consideración de su Responsabilidad Social en términos de Gestión de Impactos (y no de iniciativas buenas) porque se trata de analizar permanentemente el campo de inter-retro-acciones donde opera la organización y minimizar los impactos negativos diagnosticados. Para lo cual es
imprescindible:
- Realizar reportes diagnósticos regulares de la organización con determinados indicadores para detectar los efectos no deseables de ésta en la trama compleja de la “ecología de sus acciones”. Aquí nace la famosa noción de Reporte de Sostenibilidad y sus instrumentos de gestión (Balance social, huella ecológica, etc.). Lo que nos conduce a:
- Asociar todas las partes afectadas por la acción de la organización en el levantamiento del diagnóstico y, obviamente, interesarlas en la solución de los problemas. Aquí nace la famosa noción de los “stakeholders”, o grupos de interés, o partes interesadas.
- Asociarse también con otras organizaciones teniendo los mismos impactos en el campo social, para ayudarse mutuamente en el (siempre difícil, por ser complejo) diagnóstico de impactos, la elaboración de los buenos indicadores, y tener mayor impacto al momento de intentar solucionar problemas o revertir
tendencias. Esto desemboca lógicamente en:
- Definir normas y estándares de gran difusión para ponerse de acuerdo correctamente entre todos, poder comparar una situación con otra con instrumentos de análisis similares, lograr definir expectativas de comportamiento organizacional validadas por todas parte: la buena ciudadanía corporativa global.
- Estos estándares comunes permiten finalmente el reconocimiento y la difusión universal de los deberes de las organizaciones en el gran público, así como la comunicación rápida de sus faltas éticas, a fin de informar y educar a los usuarios en su necesaria tarea de vigilancia ciudadana.
- El resultado final de toda la estrategia de la Responsabilidad Social siendo la constitución, en nuestro mundo globalizado complejo de acciones y retroacciones entramadas difíciles de prever y controlar, de una trama global inteligente y consciente de ciudadanos e instituciones atentos y responsables de la sustentabilidad de la misma trama, que es nuestro mundo, nuestra casa común, la única morada que tenemos.
El siguiente cambio que debemos considerar en la teoría de la Responsabilidad Social es acerca de la noción misma de “Responsabilidad”.
La “Responsabilidad” de las organizaciones:
La “Responsabilidad” de la que se trata en una ética sistémica y holística, que toma en cuenta la ecología de la acción y parte de una visión compleja de la realidad humana, ya no corresponde exactamente a la noción intuitiva clásica que tenemos de ella. “Responsabilidad” ya no se refiere a una especie de imputación reactiva del agente (como cuando digo que soy responsable de mi perro) sino a un compromiso proactivo
del agente que la invita a asumir toda una serie de actos a favor de una causa (como cuando digo que trato de ser responsable por mis hijos). Pasamos de ser responsable de (sin hacer nada) a ser responsable por (reivindicando nuestra responsabilidad a través de determinadas iniciativas). ¿De qué compromisos estamos hablando en la
Responsabilidad Social de las Organizaciones?
Según el Estándar de Aseguramiento AA1000, uno de los estándares de Responsabilidad Social más reconocidos actualmente en el mundo, la “responsabilidad” de una organización significa asumir la rendición de cuentas (accountability) de una serie de hechos institucionales, desde una determinación actitud ética. La
Responsabilidad Social, desde una perspectiva organizacional, es:
• Un Compromiso para identificar y comprender los efectos de sus acciones en el mundo, considerar los impactos social, ambiental y económico, y los puntos de vista de las partes interesadas y asociadas a estos temas (stakeholders).
• Un Compromiso para considerar, concertar y responder de manera coherente (sea negativa o positivamente) a las aspiraciones, preocupaciones y necesidades de todas las partes interesadas.
• Un Compromiso para rendir cuentas de sus decisiones, acciones e impactos a las partes interesadas, con transparencia.
• Un Compromiso para dar respuesta a los problemas que se presentan y cumplir con lo declarado y pactado en la Misión y Visión y los acuerdos firmados de la organización (ser confiable).
Es en base a esta definición precisa y exigente del término “Responsabilidad”, apoyadaç en una gestión transparente y participativa, o mejor aun “dialógica”, de la organización, que se podrá constituir el tejido de confianza que necesitamos para superar las legítimas sospechas acerca de la moda de la Responsabilidad Social como fachada cosmética. Esto implica que las organizaciones sepan responder por sus acciones (deseadas y planificadas) y los impactos de estas (muchas veces no deseados ni planificados) y sepan responder a las partes interesadas directamente vinculadas con ellas (sus empleados, clientes y proveedores directos, accionistas, etc.) y, más allá, a todos los grupos que pueden estar afectados por los impactos de sus acciones, que estos grupos se constituyan en interlocutores vinculados con las organizaciones (como asociaciones de consumidores, instituciones públicas, ONGs medioambientales, etc.) o queden al estado
de interlocutores potenciales (como los televidentes, los niños residentes de una cuenca, o las generaciones futuras...).
Las organizaciones deben responder: por sus pretensiones(endogenos) y sus impactos (exogenos). Las pretensiones de la organización son obviamente los productos y servicios que pretende ofrecer en el mercado, y que constituye el contenido mismo planificado de su acción (son endógenos en ese sentido), que tiene que legitimar a los ojos del público.
Sus impactos son “exógenos” en el sentido de que rara vez son parte de su propósito explícito, y sin embargo forman parte de las consecuencias de su acción en el mundo: son impactos económicos (cadena de valores, etc.), humanos (vida del personal de la organización y de sus familiares), sociales (vida de los vecinos inmediatos, pago de impuestos, etc.), ambientales (desechos, transporte, contaminación, etc.)
Como siempre, cuando se trata de ética, la exigencia es radical y categórica, y las organizaciones se encuentran frente a su Responsabilidad Social como nosotros pobres individuos pecadores frente a los 10 mandamientos! No hay motivo para desesperarse y declarar imposible la tarea, so pretexto de que jamás podremos responder por todos los impactos (a la justa muchas empresas luchan por cumplir con sus pretensiones) ni sobre todo a todos los interesados y afectados, puesto que son, literalmente, todos (¡!), tanto los que están ahora viviendo en la trama compleja de nuestro mundo globalizado, como los que vendrán después. Hay que recordar más bien que el camino hacia la virtud es justamente eso, un camino, y que lo que más importa es de avanzar en el proceso de responsabilización social de la organización, paso a paso.
Esta aclaración no es anecdótica, sino que nos recuerda que la confianza que podemos dar a los demás en materia ética depende en primera instancia de nuestra humildad moral, en cuanto no nos vanagloriemos de las buenas acciones cumplidas y miramos a todas las que faltan. Esta humildad practicada será un excelente antídoto a una visión histriónica de la Responsabilidad Social en términos de marketing que es el camino
seguro hacia la Responsabilidad Social como fachada cosmética de la que hemos hablado.